Las Princesas Liliana y Violeta
La princesa Liliana era la heredera al trono,
primogénita de la Reina Alisa, pero no era una princesa al uso. No le gustaban
los vestidos pomposos ni los moños altos, vestía vaqueros y camisetas,
minifaldas y vestidos de algodón orgánico. Su pelo era ondulado, de color azul
y su piel celeste como el cielo. Era vegetariana, respetaba y amaba a todos los
animales y había prohibido la caza en su reino. La princesa Liliana era
lesbiana. Ella lo tenía claro, no quería un príncipe azul! ni verde, ni rojo ni
de ningún color! Los príncipes no le gustaban, eran egoístas, vanidosos, te
hacía comer perdices y ponerte tacones. Ella prefería a las princesas.
Y buscando, buscando, y tras mucho viajar un día
llegó a un lugar extraño, llamado Kubic. Ante ella encontró una gran muralla
que rodeaba un pequeño reino de forma cuadrada.
Sus habitantes eran pálidos como el hielo, con el
pelo blanco y la cara lánguida y triste. Además eran tan cuadriculados que sus
cabezas se volvieron cuadradas! Todos caminaban serios, sin mirar a nadie, sin
apenas saludar. Y todos vestían igual! Tenían la ropa clasificada por días: los
lunes un pantalón marrón y un jersey blanco, martes pantalón negro y jersey
morado, etc…..
Los reyes de Kubic eran muy estrictos, no aceptaban
nada que fuera diferente a ellos, no les gustaban las fiestas, ni los gritos ni
ningún tipo de alboroto. Por eso, cuando nació la princesa Violeta quedaron
impresionados. Decían: ¿Cómo ha podido ocurrir? La princesa Violeta no era como
ellos, había nacido con la piel de color violeta y su pelo era rosa y
ensortijado. Su carita era redonda y tenía una gran sonrisa. La reina estaba
desolada, no paraba de llorar y el rey acudió a todos los médicos del reino
para intentar curar a su hija, pensando que estaba enferma. Probaron con todo
tipo de tratamientos, hasta la bañaban con leche para intentar aclararle la
piel, pero la princesa violeta crecía siendo violeta y con el pelo rosa. De
modo que sus padres la encerraron en el castillo, para que no saliera, no fuera
que contagiara a alguien. Pero la princesa Violeta era una niña feliz,
juguetona y no se conformaba con estar encerrada en el reino. Muchas veces
intentó escapar, quería descubrir lo que había tras los muros y buscar en otros
reinos gente como ella, pero siempre la pillaban.
Un día, cuando la princesa ya tenía 20 años se metió
en la cocina, entró en la despensa y se metió en el saco de harina. Cuando
salió parecía un fantasma! Estaba blanca, blanca! Y aprovechó para poder
escapar.
Violeta estaba saliendo de la muralla, sacudiéndose
la harina de sus vaqueros cuando, al levantar la cabeza vio frente a ella un
caballo. Sin querer mirar al jinete pensó “me han pillado”.
“¿Necesitas ayuda?¿o un pañuelo para limpiarte?” y
la voz sonrió mientras una mano celeste le alargaba un pañuelo rosa. Entonces
Violeta levantó la mirada y vio que el jinete era una chica de piel celeste y
pelo azul. Se quedó sorprendida, no podía articular palabra, era preciosa, era
diferente como ella!
-“Hola, soy la princesa Liliana ¿estas bien?” dijo
-“Sí, sí, perdona es que me he quedado sorprendida
al verte” le respondió mientras se sacudía el pelo y limpiaba su cara con el
pañuelo que la chica le había dado.
-“Es preciosa” pensó Liliana, “¿te puedo ayudar o
llevar a algún lado?” le dijo
-“Perdona, no me he presentado. Soy la Princesa
Violeta, de aquí, el reino de Kubic, pero estaba intentando escapar del
castillo donde me tienen encerrada mis padres desde que nací. La verdad es que
no tengo rumbo concreto, sólo quiero salir a explorar el mundo, y quería
encontrar a alguien como yo, pero no tan pronto! Jajaja” y violeta echó a reír.
-“¿Cómo? creo que no he entendido la última parte”
le dijo Liliana extrañada.
-“Sí, yo quería encontrar a gente que no fuera
blanca de piel, que fueran raros como yo. En mi reino, como as visto todos son
iguales”
-“Perdona, ¿me estas llamando rara? Raro tu pueblo!
¿nunca has visto a nadie de color?” le dijo Liliana, que no sabía si enfadarse
o sorprenderse
-“No, nunca. En mi reino siempre me han llamado
rara, me han tratado diferente por cómo soy, por no ser igual a los demás”
-“Entonces ya sé donde puedo llevarte! Te vas a
venir conmigo a mi reino, a Astrix! Sube!”
Y Liliana le tendió la mano a Violeta para subir al
caballo. En ese momento, sintió un cosquilleo en la barriga como si mil
mariposas estuvieran revoloteando dentro de ella. Las dos chicas se quedaron
mirando, y tras un segundo eterno Liliana cogió las bridas del caballo y
emprendieron rumbo a Astrix.
Por el camino de vuelta fueron hablando de sus
gustos, aficiones, de cómo había vivido Violeta encerrada en el castillo.
Pararon junto a un pequeño lago para descansar,
dejaron al caballo a la sombra de un sauce y ellas se acercaron a beber.
Mientras Violeta terminaba de lavarse en el lago, Liliana sacó de su zamarra la
comida que llevaba. Ambas se sentaron bajo el sauce a comer mientras seguían
hablando. Siguieron charlando aprovechando la sombra que les daba el sauce.
Liliana le hablaba de los árboles, los pájaros y la madre naturaleza, mientras
Violeta escuchaba pensando “que es esta sensación, ¿porque tengo este
sentimiento?“
Decidieron emprender de nuevo el camino, y cuando
Liliana tendió la mano a Violeta para ayudarla a levantarse se fundieron en un
beso.
Por el camino de vuelta a Astrix siguieron charlando
y llegaron a su destino a la noche. En las puertas del reino, Liliana le dijo a
Violeta: “Quédate aquí conmigo. Cásate conmigo. Vivamos aquí, no quiero que te
marches. Te enseñaré lo que es la felicidad y te enseñaré la diversidad, lo que
de verdad nos hace iguales a todos dentro de nuestras diferencias, esa es la
esencia de Astrix. Te enseñaré el pueblo, a su gente y gobernaremos un día las
dos”
-“Sí” le dijo Violeta. “Nunca había sentido esto por
nadie, nunca conocí a nadie igual a ti”
A la mañana siguiente Liliana y Violeta salieron a
conocer el pueblo. Violeta no paraba de sorprenderse. Todos saludaban con un
afectuoso “Buenos Días!”. En el mercado se escuchaba mucho alboroto, los
mercaderes pregonaban su mercancía y la gente charlaba por las calles. Había
gente de todos los colores que hubiera podido imaginar Violeta, cada uno
diferente, cada uno vestido a su manera y con el pelo según querían.
Liliana le presentó a la gente del reino. Así
llegaron a una casita que estaba pintada con flores de colores. De ella salió
una señora regordeta, con una cara muy simpática, el pelo amarillo recogido con
un moño y su piel era rosa. Era la señorita Margarita, le encantaban las flores
y tenía un jardín precioso.
En el puerto conocieron al Capitán Jarpot, tenía una
pata de palo, una barba azul muy larga y era de color naranja. Vivía en un
barco pintado de rojo con anclas azules dibujadas.
Llegaron a una casa pintada con mariposas. De ella
salió la señora Flor, una mujer muy alta, muy bien peinada, con un sombrero de
paja y con un vestido de florecitas. La señora Flor le contó que ella cuando
vivía en su antiguo reino se llamaba señor Flanigan, pero quería vestir con
faldas y llevar sombrero, no le gustaba ser hombre y prefería los tacones, así
que se mudó a Astrix, cambió su nombre, su vestuario y pintó su casa con
mariposas.
Conforme pasaban los días, la princesa Violeta, que
se había sentido un bicho raro toda su vida por no ser cuadriculada, descubrió
que los raros eran ellos, que lo normal es ser diferente, y así empezó a ser
feliz.
Y llegó el día de la boda, con el que hemos empezado
esta historia. La princesa Violeta y la princesa Liliana se casaban. Llevaban
un vestido blanco, una corona de flores en la cabeza y un ramo de rosas de
colores del jardín de la señorita Margarita.
Y vivieron felices por siempre.
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